capítulo 6 CULPA

Angela Caporaso
Sin título
Fotografía, toma directa, 2014

Angela Caporaso

De Caserta, Italia, se caracterizó desde el principio por una continua investigación y experimentación. Sus primeras exposiciones, en los años ochenta, ya revelan una búsqueda de nuevas formas de expresión. En este ámbito, Angela contamina signo y color, tipo de letra e imagen, literatura y pintura, como si un solo medio no fuera suficiente para expresar la complejidad de sus fantasmas. Trabaja con textos de destacados escritores contemporáneos. Angela Caporaso

Mamá

Mi vieja existe desde que el mundo es mundo, por ahí no tenía la forma que tiene ahora, pero es la misma, es algo, un gen, un patrón que se repite, que se conserva, como las tradiciones, por siglos reencarnada en tantas otras madres, conectadas por los cables de la red de la vida: Jesús por las calles, la cruz a cuestas camino al cerro Gólgota, mamá en los ojos de su mamá: “nene, estás todo transpirado”, y Jesús: “no me jodas, ma, soy Jesús”, y la mamá: “no me jodas, Jesús, soy tu madre”, para luego recriminarle no haber llevado una camperita, para cuando la transpiración se secara y la noche y los vientos sobrevolaran los aires de Jerusalém; “encima descalzo, vos siempre descalzo”.
Un joven Albert Einstein se divertía pintando un lienzo mientras la madre lo recriminaba con un combo clásico: nunca me ayudás, dejás todos tus papeles tirados, no limpiás tu cuarto, y una sarta de improperios tal que el joven Albert se refugió en sus lienzos para definir que la excelencia en la vida era la resultante de mantener a su madre callada, bien callada, reflexión que luego plasmó en su famosa fórmula , para explicar nada menos que el fenómeno de la relatividad, fenómeno que su madre cuestionó al decir que eso era sólo su opinión, “sí, mamá”.
Cancelé un viaje con amigos para pasar fin de año con mamá. Probé el vitel toné, los palmitos, el huevo relleno, la waldorf y el matambre con rusa, y cuando llegó el pollo con farfalej a mí ya no me entraba más nada, tuve que lavarme las manos antes y después de comer, sino es mal gusto, tuve que confirmarle que me acordaba de parientes que en verdad no me acordaba, pero igual me obligó a revisar todos los álbumes de fotos para ver si en verdad me acordaba, tuve que encender la radio para escuchar la sirena de las doce, no sea cosa que festejemos faltando un minuto, tuve que ponerle al champagne doce pasas de uva y pensar doce deseos para las doce pasas de uva: “feliz año, ma”, y en ella una mirada intensa: “no te perdono no haber probado el pollo”.

Pablo Roisentul

Es Psicólogo, estudió gastronomía, cocina de todo y cumplió el sueño de tener un bar. Tiene un cuatro venezolano que adquirió de grande y que le permite tocar y cantar sus canciones favoritas. Es un aficionado a las letras desde siempre, le gusta jugar con el lenguaje. Hace más de diez años trabaja sus textos en el taller de Diego Paszcowski. Escribió dos nouvelles, un cuento largo y muchos cortitos. Está enamorado y tiene el hijo más lindo del mundo.

Laura Brugnoni
Sin título
Fotografía, toma directa - 2013

Laura Brugnoni

Nació en Buenos Aires en 1984. Estudio cine y fotografia, actualmente continua sus estudios de artes visuales en el IUNA. Trabaja con fotografía, instalaciones, performance e imagen en movimiento. La mayoría de las veces utiliza registros encontrados y de la historia familiar.

Un perro marrón con collar

sube al vagón del tren donde sentado leyendo estoy
y me distrae

y surge una preocupación severa
desde un recóndito lugar
de mi lírico yo

y los asientos del vagón del tren
huelen muy mal, para colmo

y miro fijo el collar encadenado sobre el cuello:
tiene una chapa lujosa de color dorado
avisando que este perro marrón
se llama Can.

Hay niños y madres llorando sin consuelo este extravío.

Papás, abuelas, tías, personal doméstico y de maestranza
empezaron a motorizar
folletos con foto y promesa salada de recompensa
para que merme la pena infinita.

Mientras tanto, el perro marrón con collar
mueve sin parar su cola
pasea de un lado a otro del vagón y muy contento,
sonríe como si le estuvieran sacando una foto
en el corazón de un parque de atracciones.

Su humilde y novato espíritu aventurero
me inquieta un poco e impulsivamente alzo la voz:

¡C’mon, Can, C’mon!
¡Can, Can, Come!
¡C’mon!

¿Qué te parece este secreto?

Cada vez que los niños y las mujeres lloran
todos somos culpables.

Para Bambalina, Morcilla y Vespa che pazione! estén donde estén.

Nicolás Domínguez Bedini


(Bs. As.,1973) Poeta, narrador y DJ. Autor de Decirte al oído (El Monte Análogo Ediciones, 2007) y Sueño con lavadoras y otros poemas (Editorial Bajo La Luna, 2013). Desde el año 2000 realiza performances y lecturas de poesía y colabora con artistas independientes. PAAR es su nuevo proyecto poético-musical junto a los músicos Jerónimo Escajal, Ignacio Fila, Hernán Balzarotti y Fernando Lamas. Símbolo de fósforo es el primer cd de la banda (LaTrompetilla Acústica, 2013).

Juan Pez
Sin título
Lápiz sobre papel - 2014

Juan Pez

De niño, dibujaba accidentes, tortugas ninja o inventaba monstruos junto a su abuelo. Hoy a la mayoría de sus personajes les falta la nariz, algunos se derriten, se estiran o se asustan sin saber de qué. Otros cierran los ojos para dar lugar a lo que expresan (casi siempre es una cita o el verso de una poesía). El océano por donde navega Pez tiene grandes cuotas de oscuridad. Sus ilustraciones se distinguen por un trazo único y sencillo. Publica en Argentina, Colombia, Perú y España. Juan Pez Web

Los pecados del padre

Si alguien te pregunta de qué trabaja, contestá que es empleado, lo instruía su madre. Hacía caso, pero pensaba que aunque lo gritara no se lo creerían. A él mismo le parecía inverosímil. Nadie debía enterarse qué era lo que su padre hacía. Uno de los gajes del oficio suponía mantenerlo en secreto. Entraba en el círculo íntimo de los narcotraficantes y convivía con ellos hasta obtener las pruebas del delito. Era agente encubierto. Ninguno de los integrantes de su familia conocía los detalles, ignorarlos era otra de las medidas de seguridad.
Por un tiempo no voy a volver a casa, -dijo el padre un día-. Walter tuvo miedo, por lo que preguntó: ¿Es peligroso? Si anuncian que se descubrió la fuente de dinero de un diputado, alegrate. Quiere decir que estoy vivo, -contestó el padre-. Walter no dormía. Miraba la televisión, cambiaba de canal y pasaba de un noticiero al otro mientras escuchaba la radio. Cuando por fin dieron a conocer que habían asesinado a un funcionario de la nación de un país vecino, que estaba acusado de financiar su campaña política con dinero obtenido de la venta de drogas, se alegró. El hijo llora su muerte, repetían los periodistas. Por lo que un nuevo pesar lo invadió: su padre no sólo podía morir sino que también podía matar. ¿Cuántos años tendría?, ¿ahora, quién lo iba a cuidar?, ¿tendrá mamá?, fueron algunas de las preguntas que lo acercaron de tal forma a ese otro chico, que lo sintió su hermano.
Una sentencia religiosa que había escuchado de boca de su abuelo comenzó a acecharlo: la maldad de los padres visita a los hijos hasta la tercera y cuarta generación. Asfixiado salió corriendo a buscar una biblia, la misma que nunca se había ocupado de leer. La abrió al azar y en el versículo 18:20 del libro de Ezequiel leyó: No matarán a los padres por los hijos, ni a los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado. Entonces respiró, no lo ancho y profundo de siempre, pero respiró.

Helga Fernández

Nació en Buenos Aires. Es psicoanalista y publicó numerosos artículos y libros de producción colectiva. Trabaja en su consultorio particular, dicta grupos de trabajo y seminarios en la E.F.A. Escribió relatos de ficción en: Breves no tan Breves, Químicamente Impuro y NQM.

Santiago Julián González Lynch
Sin título
Fotografía digital 2010

Santiago Julián González Lynch

Nació en Lomas de Zamora, prov. de Bs. As. en 1981. Es Profesor y Licenciado Nacional de Artes Visuales con Orientación en Grabado y Arte Impreso, para Nivel Inicial, Medio y Superior, egresado del Instituto Universitario Nacional del Arte. IUNA. Es Docente en Instituciones de Enseñanza media.

Sesión de fotografía

El fotógrafo trabaja en una muestra sobre la maternidad. Retrata a varias modelos, cada una con su hijo. A medida que avanza en el proyecto nota que en las fotos que ha tomado sobra ternura, devoción y alegría, pero faltan otras emociones. Decide entonces convocar a madres reales. Una de las que responde a la búsqueda dice que necesita hacer las fotos cuanto antes. No quiere dinero, sólo pide una copia de la mejor foto y nada más. Conciertan una cita y se presenta a la sesión de fotos. El obturador de la cámara se dispara y deja grabada la foto de la madre, abrazando a su bebé. El fotógrafo le indica que va a seguir hasta obtener tomas que lo satisfagan. Le pide que cambie de a poco su postura para lograr que se sienta más relajada. Pero la madre está tensa, abraza al bebé con fuerza. A pesar de las distintas poses, el fotógrafo no consigue que la madre se afloje. Revisa las fotos y encuentra en todas la misma expresión en la madre, que se aferra nerviosa a su bebé. Le sugiere entonces que se siente en un sofá, mientras él ajusta la iluminación. La madre se acomoda, se levanta la remera, corre el corpiño y le da el pecho al bebé. El fotógrafo mueve los paraguas, inclina los reflectores y mide la luz de la escena. Toma su cámara y vuelve a disparar. Sigue así hasta que encuentra en una última foto un gesto distinto. El fotógrafo dice que la sesión ha terminado. Imprime una copia de la foto seleccionada y se la entrega. La madre la recibe con cuidado y le pregunta si la foto va a llevar algún título en la exhibición. El fotógrafo contesta “Despedida”.

Gabriel Caracciolo

Nació en la Ciudad de Buenos Aires, en 1972. Estudió Economía en la UBA y Finanzas en UCEMA. Participa en el Taller Literario de Juan Martini. Publicó cuentos en dos antologías: #9 Cuentos, Editorial Elaleph.com, 2006 y La ficción es puro cuento, Editorial Elaleph.com, 2012.

Diego Perrotta
Engaña
Acuarela sobre papel, 2013

Diego Perrotta

(Bs. As., 1973). Es uno de los editores de la Colección Orbital Arte Editorial. Publicó Desenfoque, entre el arte y la comunicación, Día de muertos y El animal descansa junto a Eduardo Molinari. Creó y curó el ciclo de exposiciones “Enfoque” en FM La Tribu. Obtuvo numerosas becas del Fondo Nacional de las Artes y de Fundación Antorchas y recibió premios del Salón Nacional de Artes Visuales, Salón Nacional de Santa Fe, Salón Municipal Manuel Belgrano y Fundación OSDE, entre otros. Diego Perrotta

Ojalá no te hubiera denunciado

Perdoname, mi amor. No quise. O sí, quise, y está mal, yo sé que está mal. No sé qué clase de hijo de puta hay que ser para denunciar a la mujer que uno ama, para hacerlo como un anónimo, sin que en ese momento vos te imaginaras. Nunca en la vida me voy a olvidar tu cara de espanto cuando llegó la policía, cuando te llevaron, cuando a los gritos preguntabas cuál de todos los garcas de nuestros vecinos había levantado el teléfono y había avisado que le pegabas a los chicos. Soy lo peor, lo peor. ¿Qué me importa a mí que los fajes, eh? Si los golpes pasan. Si en el peor de los casos en el hospital los curan siempre y no preguntan nada, o se conforman con cualquier respuesta. Si van a sobrevivir, si van a ser buenas personas, como lo sos vos, como lo era yo. Porque es imperdonable, mi vida, es imperdonable haberte traicionado así. Que la gente diga lo que quiera, que los vecinos hablen, que los periodistas opinen, que venga el fiscal de turno y juzgue lo que quiera. Nuestro amor estuvo siempre más allá de todo. Más allá de ellos, de sus prejuicios, de su manera de hacer las cosas, de sus valoraciones ridículas. Las heridas del cuerpo sanan, se curan, son pasajeras. Yo siempre lo supe, y por eso nunca te dije nada, y por eso te dejé hacer tantas veces. Con ellos, con tu mamá, conmigo, con vos misma. No sé qué me pasó. De repente me importó el qué dirán, me dio vergüenza saber que atrás de la puerta el pelotudo del departamento “G” estaba parado preguntando qué pasaba, me dio pavor que desde afuera se oliera la sangre como la olía yo ahí, al lado tuyo, viendo cómo los fajabas, cómo gritaban. Y te traicioné. Y llamé a la policía, y les dije que te vinieran a buscar por que los ibas a matar. Y yo sé que no, que solamente hacías lo que te parecía que estaba bien. Qué mala gente que soy. No te pido perdón, porque sé que no me vas a perdonar. Pero quedate tranquila, mi vida: vas a ver que voy a cambiar, que me voy a convertir en alguien de quien puedas estar orgulloso. Yo te voy a sacar de acá.

Nicolás Hochman

Nació en Buenos Aires en 1982. Es profesor y licenciado en Historia por la Universidad de Mar del Plata, y doctorando en Ciencias Sociales por la UBA. Es autor de la novela Los Casquivanos, integrante del Grupo Alejandría y consejero editorial de Lamujerdemivida. Organizó el Congreso Gombrowicz y fue director de la revista Casquivana.

Sol Pedrosa
Sin título
Collage digital 2014

Sol Pedrosa

Crece en los grandes espacios de la Costa Patagónica; comienza su formación en la Escuela de Arte de Comodoro Rivadavia y continua ahora en el IUNA en la Lic en Artes Visuales en la Prov. de Buenos Aires. Participa con sus obras en distintos espacios alternativos y también arma convocatorias con la intención de ampliar el horizonte del mundo.

Agua

…mi cara vista en las aguas del caos.
Fernando Pessoa: La hora del diablo.

La mujer está en la bañera. Mira el techo. El agua le tapa parte del cuerpo dejando al descubierto los senos, el vientre y la cabeza. Lee. Las hojas del libro se doblan con la humedad. Estira una pierna y mira la puerta. El libro se resbala de las manos y cae en la bañera. Mira cómo flota, cómo se hunde. Toma el libro y lo apoya en el piso. Tiene el pelo mojado. Se le pega a la cara, lo corre con la mano y con el dedo traza una forma en el azulejo, un dibujo. Mira la ventana. Toma el jabón y lo hace girar con los dedos.
Se toca el vientre.
El hombre entra en la casa. Cierra la puerta y deja el saco en el sillón. Prende un cigarrillo, tira las llaves, se saca los zapatos. Abre la heladera y bebe. Entra en el cuarto, patea la ropa tirada en el piso, corre las cortinas, abre la ventana, respira. Se sienta en la cama y mira el techo. Prende la tele, se para, camina, se afloja la corbata. Mira la billetera que tiene entre las manos.
La abre.
La mujer escucha los pasos del hombre, pero no se mueve. Mira el libro en el piso, pero no lo abre. Se toca el vientre, abre la canilla, deja caer el agua, se corre el pelo. Mira el techo y se limpia los ojos con una toalla.
El hombre entra en el baño. Ve a la mujer en la bañera, la sangre en el agua, el vientre hinchado, las lágrimas en la toalla, el libro y la frase “Tu culpa” escrita en el espejo. Abre la canilla y mira correr el agua. Toma la navaja, la afila.
Se afeita.
La mujer no lo mira. El agua le cubre el vientre, los senos, la cabeza. Rebalsa la bañera y cae, mojando el libro que está en el piso.
El hombre deja la navaja, cierra la cortina, apaga la luz y sale.

Agustina Bazterrica

Nació en Buenos Aires, en 1974. Es Licenciada en Artes (UBA). Ganó el Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Cuento Inédito 2004/5, entre otros concursos. Tiene cuentos y poesías publicados en antologías, revistas y diarios. En 2013 publicó su novela “Matar a la niña”, Editorial Textos Intrusos.

MPC
Luz mala
Calavera de bovino intervenida, 2014

eMePeCe (Santiago Fallon)

Bs. As., 1981. Arquitecto, fotógrafo amateur e historietista con diploma. Pinta en las calles desde el 2006, firmando como eMePeCe. El arte urbano lo llevó a Venezuela y Ecuador. Actualmente trabaja, con el apoyo del Fondo Metropolitano de la Cultura, las Artes y las Ciencias, en La Smorfia Coghlanense, un proyecto para pintar los 100 números de la quiniela en el túnel de Monroe, en el barrio de Coghlan. Desde el 2012 dicta la Breve guía para hacer arte en la calle.

La letra chica
Un poco en el ADN
y algunas gotas en el bautismo
Nos navega
Coopta glóbulos
Es la araña de Peter, de Pedro
Vos no elegís la araña que va a picarte
a la salida de un concierto.

Baja la mirada en las calles
Se me sienta al lado
en el colectivo.
Soy tu madre
Corporiza.
Y se hace nube negra
Amenaza sin agua
Presiona y ahoga

En la puerta de la escuela
vereda contraria
una mano que se suelta
Te suelto.

La araña en la sangre
Letra chica globular
Puntitos negros
Unir con líneas
Tejer la telaraña

Golpearme el pecho
tres veces
mirar la cruz
hasta sentir los clavos.

Analía Medina

Nació en 1976. Estudió Artes Combinadas (UBA) y fue alumna del taller literario de Juan Diego Incardona. Es colaboradora de la revista digital Nadie quiere morir y forma parte del colectivo literario Las Claudias. Tiene cuentos publicados en diversas antologías, y en Mate, del Premio Itaú de Cuento Digital 2013, donde ”Desorden alimenticio.com“ obtuvo el 1er Premio. Está casada con Julito con quien tiene un hijo rockero y escritor: Franco.

Laura Llovera
La mala compañía
Collage digital sobre lápiz, 2014

Laura Llovera

Quilmes, Buenos Aires, Argentina. 6 de enero de 1986 Egresada en la escuela de bellas artes Carlos Morel, becada luego en la fundación artes visuales de Hermenegildo Sabat, y alumna regular del taller de artes gráficas con Juan Bertola. Trabaja principalmente dibujo y grabado, mientras ejerce la docencia e ilustra para medios independientes. Laura Llovera.
Más trabajos

Puérpera

Todos los balcones son homicidas. Todas las nubes preparan rayos. Todos los autos son potenciales montañas de añicos: los vidrios, astillas que van a clavarse encima de mi culpa, muerta de miedo. Todo el aire es piedra y arena y humo negro.
En los brazos duerme: poco más de tres kilos de huesos y piel enfundada de un suave vellón de animal. Apenas abrir la boca para succionar, para gritar y después nada. La nada de los días, el ruido de la boca hambrienta que hurga, egoísta, el pecho espantado.
Todas las luces hieren los ojos, hieren las manos que protegen la vista. Todo el silencio está saturado de latidos metálicos. ¿Cómo era antes el silencio? Todos los saludos son aullidos. La cortesía es una puñalada ardiente. Todos los abrazos son asfixia. Ella en los brazos, yo su barco, la cama la isla. Semanas encalladas, sin ver más que el televisor, sorbiéndonos el sudor –ella, yo- que (nos) pespuntea el labio de arriba.
¿Cómo era antes el miedo?
Todas las palabras son acertijos, son enemigas.
Un pozo lleno de monstruos que intentan escapar hacia arriba. Para comerla a ella y guardarme a mí para cuando el hambre apriete y el alimento sea escaso, entonces sí: voy a ser el mendrugo justo.
Todos los árboles van a desmoronarse encima de nuestro paseo. Y, como deberían hacer las hojas, la madera va a desarmarse y aplastarnos, con ruido de trueno, rumor de bosque.
Todo es amenaza. Todo quiere morirnos.
De a poco voy pudiendo no respirar. Ella se abandona: el cuello no le sostiene el cráneo diminuto. Soy yo la que le acomoda el cuerpo para que parezca un cuerpo. Para que recupere su forma. Abre los ojos: no me mira. Se queja y pliega las piernas.
Ahueco las manos y la monto sobre mi antebrazo, mi muñeca. La levanto en el aire: no pesa. Los monstruos asoman las pezuñas por debajo de la tapa que tapa el pozo y que ya no puedo sostener. La abrazo y respiramos sincronizadas. Le pido perdón, perdón a gritos.
Su dedo meñique señala algo que no llego a ver. Quién sabe me esté indicando la salida.

Luciana De Luca

Nació en 1978. Es editora, periodista y escritora. Sus cuentos fueron publicados en algunas antologías: Cuento Raro (Outsider), El Libro de los Muertos Vivos (Lea), Brasil, ficciones de argentinos (Casa Nova). En el 2013 Milena Cacerola y El 8vo Loco editaron su primer libro de cuentos, Las fiestas no son para los niños, en el marco de la Exposición de la Nueva Narrativa Rioplatense.

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